Facundo Manes es
neurólogo y neurocientífico y escribe para El País, además es presidente de la
World Federation of Neurology Research Group.
Para él, el cerebro es “un órgano social”, ya que para que
nuestra especie sobreviva necesitamos de los otros. Al nacer, los niños al
nacer deben conectarse con las conductas protectoras de sus padres. Y los
padres deben cuidarlos lo suficiente.”Nuestro desarrollo evolutivo se destaca
por las habilidades sociales: nuestra capacidad para comunicarnos con los
demás, para conectarnos, para planificar y trabajar juntos, para afianzar
tradiciones colectivas, para reunirnos y celebrar en comunidad”, explica.
Transformarnos en adultos no significa volvernos autónomos y
solitarios, sino, por el contrario, depender de otros y que otros puedan
depender de uno. “Hoy sabemos que sentirse aislado es un factor de morbilidad y
mortalidad más importante que la obesidad y el alcoholismo”.
Crear organizaciones y agrupaciones es algo propio de
nuestra especie. Desde la familia hasta las comunidades y gobiernos, nos
agrupamos y formamos vínculos que nos obligan a asumir pautas de convivencia, de
modo que podamos entender qué piensa el otro. “La llamada ‘Teoría de la Mente’
es la capacidad que tenemos para inferir los estados mentales de otras personas
y es una habilidad universal que subyace a la interacción en sociedad”. Cuando
esto funciona de manera correcta, podemos ser capaces de comparar la
perspectiva de uno mismo con la de los otros.
Para que exista empatía, no solo es importante pensar en lo
que siente o piensa el otro, sino que es necesario dar una respuesta acorde a
sus pensamientos y sentimientos con una emoción apropiada.
Michael Gazzaniga, de la Universidad de California Santa
Bárbara, explica que “lo que hacemos los humanos la mayor parte del tiempo es
pensar sobre procesos sociales, sobre cuáles son las intenciones de las otras
personas hacia nosotros. No andamos por ahí pensando en problemas complicados”.
“Si alcanzamos a desarrollar de manera creciente nuestra
experiencia empática para con nuestra comunidad, es probable que lleguemos a
comprender lo que piensa el otro, sentir lo que siente el otro y convivir así
más pacíficamente”, explica el científico. En esto radica el verdadero liderazgo:
es entender al otro, inferir lo que siente y piensa.
FUENTE: El
País