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Siempre escuchamos a las personas identificar su
personalidad en términos como “soy introvertido”, “soy extrovertido”, pero
¿sabes de dónde nace esta teoría psicológica del a personalidad?
Según Alexandra Lores, para El País, en 1921, se publica “Tipos
psicológicos”, un ensayo del psicólogo suizo Carl Gustav Jung donde explica que
los seres humanos nos dividimos en dos grandes bloques según el patrón de
personalidad: introvertidos y extrovertidos. “Para Jung, las personas
introvertidas pondrían el foco en los procesos subjetivos y psicológicos […] Por
el contrario, los extrovertidos situarían el objeto en su centro de interés y
el sujeto se vería subordinado a este”.
Luego, otro renombrado científico, Hans Eysenck, creó el
conocido Test de Personalidad de Eysenck (EPQ), que permitía ubicar a las
personas en el continuo de extraversión – introversión (además de integrar el
rasgo neuroticismo y más adelante psicoticismo para tipificar la personalidad).
Para el psicólogo Alberto Soler Sarrio, nadie está estancado en un extremo, sino que podemos ubicarnos a lo largo de un espectro, además, resalta la necesidad de tener en cuenta el momento personal que se vive al momento de evaluar la personalidad.
Pero estos rasgos de personalidad, en específico la introversión
/ extroversión, ¿son genéticos? Los ingleses Kathryn Asbury y Robert Plomin creen
que sí luego de estudiar gemelos. Sin ánimo de caer en el "reduccionismo
genético" (el error de pensar que todo es genético), los neurólogos
coinciden en que los procesos cerebrales de una persona introvertida y otra
extrovertida son diferentes y que, por lo tanto, nuestra personalidad vendría
determinada, explica Lores.
¿Cómo es un introvertido? Mientras los extrovertidos buscan vivir
emociones fuertes que les reporten placer, necesitan mayor estimulación externa
y son más sociables, los introvertidos no le dan mucho peso a la vida social, y
es muy difícil verlos ocupando un papel importante en los medios de
comunicación o en las juntas directivas de las grandes empresas. Tienen también
más dificultades a la hora de expresarse y, como consecuencia, su voz no llega
tan lejos como la de la gente que no comparte este patrón. Además, los
introvertidos tienen una mayor tendencia a refugiarse en sí mismos porque son
más autoconscientes, lo que podría llegar a entenderse como algo negativo,
según Lores.
Los introvertidos procesan de una manera diferente sus
vivencias y actúan normalmente de una manera menos superficial. Son más
autoanalíticos y tienen más claro cuáles son sus necesidades psicológicas; a
diferencia de los extrovertidos, que son menos conscientes de sus problemas,
explica Javier Tirapu Ustárroz, neuropsicólogo clínico y miembro del Grupo de
Estudio de Neuropsicología de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Además, este científico explica que los extrovertidos
liberan mayores dosis de dopamina al cerebro, según un estudio. "La
dopamina ejerce una acción estimulante y actúa creando una sensación de que
algo interesante está sucediendo. Todo lo contrario ocurre con los
introvertidos, para los que socializar supone un gasto enorme de energía”.
Para cuidarse de este gasto de energía, las personas
introvertidas necesitan pasar tiempo a soles e intercalar salidas con momentos
de tranquilidad. "Al igual que a un extrovertido le genera mucha ansiedad
no tener un plan el fin de semana, a ellos les genera una especie de cansancio
el hecho de enfrentarse a ciertas situaciones sociales”, explica Ustárroz.
Esto quiere decir que necesitan espacio para recargar
energías. Además, los introvertidos suelen ser más creativos y empáticos,
porque están más conectados son sus procesos internos y necesitan menos
estimulación para tener bienestar, finaliza Ustárroz.
FUENTE: El
País