Por qué la tortura no
funciona es un libro escrito por Shane
O'Mara, profesor de investigación experimental del cerebro en el Trinity
College Dublin en Irlanda. En 2009, leyó un artículo sobre la publicación de
los "Mitos de la Tortura", documentos legales preparados por las
autoridades federales estadounidenses sobre el uso de torturas como
ahogamiento, privación del sueño, vinculación en las posiciones de estrés y
otras técnicas de "interrogatorio mejorado".
O'Mara quiso saber si había respaldo científico detrás de
estas formas de tortura y la respuesta es no. Para él, las personas que apoyan
la tortura se basan en anécdotas e historias recolectadas con resultados
contradictorios.
Los estudios controlados sobre la efectividad de la tortura
serían antiéticos, pero hay mucha información sobre los efectos psicológicos y
fisiológicos del dolor intenso, el miedo, el frío extremo, la privación del
sueño, el confinamiento y el ahogamiento cercano. Algunos estudios sobre los
efectos de la privación sensorial utilizaron voluntarios sanos, otros fueron
conducidos durante el entrenamiento de los soldados de combate. También hay literatura
sobre los efectos severos a largo plazo de la tortura sobre los que la
sobreviven.
Sin embargo, la mayor evidencia tiene que ver con el
resultado de la tortura. Algunos estudios revelan que las personas torturadas
suelen hacer confesiones falsas. Como O'Mara enfatiza, la tortura no produce
información confiable en gran medida debido a la severidad con la que afecta la
capacidad de pensar. El dolor extremo, el frío, la privación del sueño y el
temor a la tortura dan lugar a fallas en la memoria, el estado de ánimo y la
cognición. La tortura no persuade a la gente a tomar una decisión razonada de
cooperar, sino que produce pánico, disociación, inconsciencia y daño
neurológico a largo plazo. También produce un deseo intenso de seguir hablando
para evitar nuevas torturas.
Los interrogadores a menudo usan la tortura cuando piensan
que un sospechoso está reteniendo información o mintiendo, pero no hay
evidencias de que los interrogadores sean mejores que el resto de nosotros en
la detección de mentiras. De hecho, hay evidencia de que cuando las personas
son entrenadas como interrogadores, son más propensas a pensar que los demás
les están mintiendo. Esta creencia puede conducir a errores alarmantes, las
nuevas tecnologías para detectar mentiras tampoco funcionan, dice O'Mara.
En el libro, O'Mara construye su caso como un fiscal,
citando estudios científicos y respondiendo a absurdos e inconsistencias en
documentos como el "Torture Memos". Ahora, parece ser que la ciencia no
les importa a los que defienden la tortura, ya que, como O'Mara afirma, su
motivación es a menudo punitiva, no práctica.
FUENTE: New
Scientist