El 23 de Junio se celebraron los 104 años de Alan Turing. El
prestigioso, y tardíamente reconocido, matemático era homosexual en una época
en la que esta orientación sexual se consideraba un delito en la
"civilizada" sociedad británica.
La castración química a la que un juez le obligó a
someterse para evitar la cárcel le llevó, según todos los indicios, a
suicidarse ingiriendo una manzana envenenada con cianuro. Y, aunque luego fue indultado
(gracias, gracias), su condena fue una muestra de la irracionalidad de una
época, el atropello y abuso contra los derechos individuales y sexuales.
A raíz de su condena y su castración, Turing se suicidó,
según fuentes oficiales, pero no se descarta algún tipo accidente envuelto en
su muerte. “El suicidio de Turing es un tema delicado en los círculos
informáticos. Hay una cierta aversión de hablar del tema porque no queremos que
nuestro padre fundador parezca una celebridad mediática y su recuerdo se vea
trivializado por los aspectos sensacionalistas de su muerte”, ha escrito Jaron Lanier, autor de “Contra el rebaño digital, un manifiesto”.
Cuenta la leyenda que el logo de Apple fue un homenaje
de Steve Jobs al trágico final del pionero que impulsó la
era de las máquinas inteligentes. Sin embargo, el diseñador que se ocupó de
dibujar por primera vez la famosa manzana mordida, Rob
Janoff, lo ha negado.
En la Segunda Guerra Mundial, Alan Turing fue pieza clave
para la victoria británica tras ‘crackear’ el código “irrompible” alemán que
proporcionó las pistas necesarias para poner fin a la guerra y salvar a
miles de personas. Es probable que el modelo de Alan Turing, como considera la
comunidad científica, hubiera podido convertirlo en el primero en diseñar una
computadora digital.
Sin embargo, el conservadurismo y a homofobia de la época
acabaron con su carrera. Conocido como el “padre de la computación”, en el 2015
se estrenó una película la película pone sobre la mesa hasta qué grado la
homofobia y la intolerancia pueden llegar a destruir una mente brillante, The
Imitation Game.
Gracias, ¡Alan Turing!