En las elecciones estadounidenses Donald
Trump ganó la presidencia gracias al voto electoral (por Estados) que se impuso por sobre el
voto popular (conteo individual). Así, Trump ganó con 59,3 millones de votos de los ciudadanos, mientras
que Hillary pese a obtener más votos ciudadanos, 59,5 millones, perdió.
A pesar de los muchos anticuerpos y críticas contra el machismo, racismo, clasismo, xenofobia, misogenia de Trump, este ganó las
elecciones contrariamente a las predicciones de la mayoría de expertos y politólogos. Una fórmula de impedir su victoria era salir de casa e ir a votar por Clinton (el
voto en Estados Unidos es voluntario), sin embargo, los votantes optaron por quedarse
en casa o votar por candidatos “third party”, o por aquellos que no tenían ninguna
oportunidad de ganar. ¿Por qué?
Hay un, ya clásico, experimento mental ético que permitiría entender el
comportamiento del votante. En este experimento, propuesto por la filósofa británica Philipa Foot en 1967, un tranvía está avanzando por un
camino recto, a punto de chocarse con un grupo de cinco personas. Una persona tiene acceso
a la palanca y puede dirigir el tranvía hacia la otra pista donde hay una sola
persona, o puede mantener el tren sobre su camino y matar a las 5 personas. El
problema moral planteado obliga a elegir entre tomar acción y matar a una persona o
permanecer inactivo y dejar que cinco mueran.
Frente a este dilema alrededor del 90 % de la gente suele elegir lo que se considera el bien mayor: salvar a la mayor cantidad de personas. Sin embargo, esto
cambia cuando los sentimientos se involucran. Cuando se les presenta a las
personas situaciones con personas que conocían, eran capaces de dejar que el
mayor grupo pereciera, con tal de salvar a su ser amado. Esto explicaría por
qué muchas personas continuaron votando por un candidato que no tenía opciones
de ganar, en vez de votar por el que sí podía ganarle a Trump.
Esta mentalidad convirtió las elecciones de este año en un problema:
los votantes sabían que el triunfo de Trump sería perjudicial para las mujeres,
las minorías, los inmigrantes, las personas LGBTQ y otros. Sin embargo, para
"salvar" a estos grupos marginados habrían tenido que tomar medidas que sentían transgredían su ética personal votando por un candidato que les generaba
desconfianza: Hillary Clinton.
El hecho de que millones de estadounidenses prefirieron
proteger sus ideales morales privados o personales, en vez de pensar en el bien común (y proteger a
las poblaciones vulnerables) explica, en parte el triunfo de Donald Trump. Para
estos votantes, la votación era una decisión ética personal más que un medio
para un fin común.
FUENTE: POPSCI