Evolutivamente el cromosoma Y podría estar camino a la
desaparición. Si bien el género en los seres humanos depende no del sexo
biológico sino de las construcciones sociales y la cultura, tradicionalmente la
sociedad construye el género a partir de las características genitales (pene,
vagina), por lo que hablar de la desaparición del cromosoma Y podría generar
acaloradas discusiones entre científicos.
Y es que el cromosoma Y ha estado perdiendo genes durante millones de años. Mientras el cromosoma X posee cerca de mil genes, el cromosoma Y solo posee aproximadamente 27. Las hembras - cuando hablamos de sexo genético- tienen dos cromosomas X (XX), y los machos un cromosoma X y un cromosoma Y (XY). Un macho hereda el cromosoma Y del progenitor macho y el cromosoma X del progenitor hembra. Y a pesar de que conserva el 3% de su carga genética original, es responsable del desarrollo de los órganos sexuales del macho.
Uno de los eventos en los que no interviene un cromosoma Y es en la partenogénesis, que se entiende como la respuesta asexual de la naturaleza ante la ausencia de machos. En algunos reptiles, insectos y peces, las hembras tienen crías sin reproducirse sexualmente, como en el caso de una hembra dragón de Komodo, los tiburones cebra y una serpiente en el zoológico de Louisville en Kentucky, EE.UU.
Claramente en los seres humanos esto no sucede, sin embargo,
en genética se han desarrollado técnicas de fertilidad que permiten generar óvulos y esperma a partir de células madre, por lo
que no es extraño que en poco tiempo, personas del mismo sexo puedan tener
hijos in vitro que tengan los genes de ambos padres o madres.
Sin embargo, no es del todo cierto que vaya a
desaparecer el cromosoma Y, ya que esta pérdida de genes comenzó hace millones
de años y se ha casi detenido en la actualidad. En la naturaleza, la
reproducción sexual tiene beneficios, ya que al requerir dos animales de
distinto sexo esto fomenta la competencia y reproducción del más apto,
beneficiando a las generaciones venideras.
Por otro lado, investigadores de la Universidad La Trobe, en
Australia, publicaron en Science que han logrado criar ratones machos (con
testículos) sin rastro de cromosoma Y. No solo son saludables, sino que han
sido capaces de reproducirse con un poco de ayuda.
El hallazgo parece ir en contra de uno de los principios más
fundamentales de la biología. El cromosoma Y ha llegado a ser conocido como el
símbolo de la masculinidad, pero en los últimos años, los científicos han
encontrado pruebas de que tal vez esto no será así para siempre.
También está el caso de los niños güedoveces, de República Domincana, que en el 11 % de
los casos, desarrollan el pene a los 12 años. Esta condición no les impide un
desarrollo normal en otras áreas de su vida. Algunos, al llegar a la
adolescencia, siguen sintiendo que son mujeres y otros no, y hacen una
transición hacia el género con el que se identifican. Esto sucede
independientemente de la orientación sexual que puedan desarrollar estas
personas, la orientación no tiene nada que ver con el género.
En el ser humano, por supuesto, la reproducción y la
atracción sexual está mediada por muchas variables y el sentido de
“conservación de la especie” queda bastante de lado al momento de tomar
decisiones reproductivas. Sin embargo, las especies que se reproducen
sexualmente tienen ventajas evolutivas que las especies que se reproducen de
manera asexual. Es por eso que la genética debe especializarse mucho más antes
de poder dar posibilidades a parejas del mismo sexo para tener bebés que tengan
genes de ambos.
Y ya que somos una especia altamente científica y
tecnológica, algo que ha modificado en poco tiempo, y no en saltos evolutivos,
nuestra vida, es de esperar que en el terreno de la fertilidad eventualmente
nos enfrentemos con nuevas formas de paternidad que retan a la naturaleza.
Como vemos, ser “hombre” va mucho más allá de los
cromosomas (de hecho es un cóctel de genes, hormonas, fenotipo y aprendizajes)
por lo que no nos preocupa que la desaparición del cromosoma Y o la
introducción de nuevas técnicas reproductivas eliminen la necesidad del macho
en la ecuación reproductiva, ya que la masculinidad y la femineidad van mucho
más allá de una configuración genética.
Con información de: BBC