Las enanas marrones
son cuerpos subestelares un poco más grandes que Jupiter, que a pesar de
concentrar una gran cantidad de gas, no llegaron a sostener la fusión nuclear
de hidrógeno necesario para formarse como estrella.
Debido a la abundancia (se
cree que hay unos miles de millones) de enanas marrones en nuestra galaxia,
un grupo de astrónomos de la Universidad de
Edimburgo (ED) ha decidido estudiarlas para saber si es posible que la vida
pueda desarrollarse en las capas más altas de la atmosfera de estas estrellas
fallidas.
La hipótesis principal detrás
de este estudio que será
publicado en The Astrophysical Journal, es que para que la vida exista no
es necesaria la existencia de una superficie rocosa. Por ejemplo, de acuerdo a un estudio
publicado en el 2013 por investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia
las capas altas de la atmósfera terrestre están pobladas por un gran número de
microorganismos, que viajan de un continente a otro aprovechando las corrientes
de aire a 10 km de altura y que se alimentan y reproducen sin problemas durante
el viaje.
De hecho, Carl
Sagan en 1976, había dicho que un ecosistema aéreo podría estar
desarrollándose en las capas superiores de Júpiter y Venus alimentado
directamente por la luz del Sol. El famoso divulgador científico incluso
hipotetizó que este tipo de vida aérea podría tratarse de organismos flotantes
capaces de subir y bajar por la atmósfera controlando la presión de sus
cuerpos.
Aunque prácticamente ya se ha
descartado la presencia de vida en la atmosfera de Júpiter, la idea ha sido
recogida los astrónomos, quienes creen que muchos de los elementos necesarios
para la vida, y unas condiciones de temperatura y presión que son, además, muy
similares a las de la Tierra podrían encontrase en
las enanas marrones.

“No necesitamos tener,
necesariamente, un planeta rocoso con una superficie bien definida”, ha dicho Jack Yates,
científico planetario y autor principal del trabajo. “De modo que el concepto
de «zona de habitabilidad» se extiende a lugares que hasta hace poco ni
siquiera habíamos considerado. Y nace el concepto de zona atmosférica
habitable”, añadió.
La
conclusión de Yates se basa, en parte, al descubrimiento de que algunas
enanas marrones frías tenían una temperatura muy similar a la Tierra y que
había una enana marrón a solo 7 años luz de nosotros (WISE 0855-0714) que
parecía tener nubes de agua en su atmósfera. Con esos datos los investigadores
actualizaron los cálculos de Sagan para identificar los tamaños, las densidades
y las posibles estrategias de supervivencia de organismos para mantenerse justo
en la zona habitable de esas atmósferas lejanas.
Lo encontrado por el equipo
indica que nada impide la existencia de los organismos predichos por Sagan en
la atmosfera de ese gigante de gas. Es más, incluso podrían prosperar criaturas
más grandes y pesadas que, en ausencia de luz solar, podrían alimentarse de
nutrientes químicos. De hecho, los estudios llevados a cabo sobre atmósferas de
enanas marrones han revelado la existencia de la mayor parte de los
ingredientes necesarios para la vida; carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno.
Aunque de momento todo es
especulativo, se espera que el
nuevo Telescopio Espacial James Webb, que será puesto en órbita el 2018,
pueda observar algunas de las enanas marrones que se encuentran a solo unos 30
años luz de la Tierra y pueda darnos mayores alcances sobre las características
de estos misteriosos cuerpos gaseosos.
FUENTES: BIG
THINK, SCIENCEMAG