La agencia espacial estadounidense ha anunciado que se han
detectado signos de material orgánico en la superficie del
asteroide más grande del Sistema Solar: Ceres. El material fue ubicado
dentro y alrededor del cráter Ernutet en el hemisferio norte de Ceres, usando
la nave espacial Dawn de la NASA.
Aunque no es la primera vez que se encuentra material
orgánico en un cuerpo espacial, si es la primera vez que ocurre en una gran
asteroide desde una nave en órbita, lo que sugiere que cosas emocionantes están
por venir. "Esta es la primera detección clara de moléculas orgánicas desde
la órbita (de una nave) en un cuerpo del cinturón de asteroides", dijo la
investigadora María Cristina De Sanctis del Instituto Nacional de Astrofísica
en Roma.
Sin embargo, hay dos características que deberían hacernos
prestar mucha atención a este reciente hallazgo: la primera es la naturaleza
relativamente frágil de las moléculas orgánicas; y la segunda es el hecho de
que éstas no están dispersas por toda la superficie del asteroide sino
localizadas en un área en particular.
Investigaciones
anteriores ya habían demostrado que Ceres poseía los ingredientes
elementales correctos para la existencia de moléculas orgánicas, mientras que
los signos de minerales hidratados, carbonatos y arcillas amoniacadas daban
pruebas de que el agua estaba activa sobre y bajo la superficie del planeta
enano.
Sin embargo, los materiales detectados por el
espectrómetro de mapeo visible e infrarrojo (VIR por sus siglas en inglés) de
la nave espacial estaban limitados en su mayoría a un área de aproximadamente mil
kilómetros cuadrados, con algunos parches diseminados justo fuera del cráter.
La cuestión inmediata es si el material pertenece a Ceres, o si está ahí
producto del impacto con algún otro objeto.
El equipo de investigadores, que publicó sus hallazgos
en Science, describió el material orgánico
como alifático, lo que podría ayudar a descartar una de las posibilidades.
El carbono tiende a formar dos amplias familias de material orgánico: una en
forma de anillos llamados aromáticos, la otra en forma de cadenas descritas
como alifáticas.
Los anillos aromáticos tienden a ser más robustos que las
cadenas alifáticas, que se separan más fácilmente bajo altas temperaturas, lo
que sugiere que es improbable que ese material sobreviva al impacto de alta
energía de un meteorito. Esto se refleja en la abundancia de aromáticos en los
meteoritos rocosos del tipo
"condrita", donde las cadenas de carbono son raras.
Además, un impacto habría mezclado cualquier material
extraño en la superficie de Ceres, haciendo aún más improbable que fuera visto
como una distintiva propagación de moléculas orgánicas. Con todos los signos
apuntando a un origen nativo de los productos químicos, la siguiente pregunta
es cómo llegó a estar dispersos solo alrededor de Ernutet y no en otro lugar.
Una
pista podría encontrarse en la abundancia de carbonatos y arcillas en la
zona. Al igual que las aguas termales forman burbujas de agua a la superficie
de la Tierra, Ceres tiene actividad hidrotérmica dentro de su capa exterior
fría, sembrando su superficie con agua fuertemente saturada con sales y
arcillas que contienen nitrógeno.
De hecho, uno de los primeros grandes misterios del
planeta enano fue una serie de parches brillantes vistos en su superficie.
Inicialmente se pensó que las manchas eran hielo, pero luego se supuso que eran
principalmente sales de carbonato de sodio depositadas en la superficie como
salmuera que salía de un
océano subterráneo sublimado.
Por supuesto, todavía existe el misterio de por qué los
compuestos alifáticos sólo han sido vistos en esta zona en particular de Ceres,
se espera que los estudios futuros puedan proporcionar una mejor explicación. Sin
embargo, el hecho de que Ceres tenga una mezcla de agua, materia orgánica y
nitrógeno es emocionante para cualquier científico interesado en los orígenes
de la vida en la Tierra.
"Este descubrimiento agrega a nuestra comprensión de
los orígenes posibles del agua y de los compuestos orgánicos en la
tierra," finalizó
Julie Castillo-Rogez, científica del proyecto Dawn en el laboratorio de la
propulsión del jet de la NASA en Pasadena, California.
FUENTES: SPACE, SCIENCEALERT